martes, junio 07, 2005

A mis alumnos

Tinta China
Isolda Dosamantes


A mis alumnos Margarito Tlaxcaltecatl y Alexandra


Siempre me gustó dar clases. Cuando era una niña, vivía cerca de un cerro que no dejaba pasar al sol por la mañana, las casas de la privada Guillermo Valle en Tlaxcala eran frías, sin embargo bastante alegres, en la cuadra vivíamos muchos niños que jugábamos y nos divertíamos de distintas maneras, con mi vecina Alma Delia que además era la niña más aplicada de mi grupo hacíamos competencias para saber quien se sabía mejor las tablas, o caminábamos guardando el equilibrio entre las bardas de nuestras casas, siempre me ganaba, era tan ágil como una liebre y muy estudiosa, con otra de las niñas hacíamos álbumes enormes de nuestros artistas favoritos, los recortes eran de las revistas de entonces: moda, música, muñecas recortables, estampitas de la tienda, nuestro tema favorito era Jonh Cassydy. Con otra de las amigas subíamos al cerro, sus hermanos eran los más grandes de la cuadra y siempre inventaban muchos juegos, ella se llamaba Gaby y era una traviesa tremenda, ya les contaré la historia de los negritos, a todas las recuerdo con gran aprecio. Por otro lado estaban los amiguitos de mis hermanas, con ellos jugaba a la escuelita, de hecho fueron mis primeros alumnos y hasta la fecha cuando me encuentro a alguno me repite de memoria una definición de la célula que les hacía repetir innumerables veces en nuestros días de infancia.
Con el tiempo y después de haber estudiado Ciencias Políticas en la UAT, de haber colaborado en una campaña política, de trabajar en el servicio público con la ilusión de mejorar nuestro Tlaxcala, un sueño, quizá más difícil se me cruzó entre ceja y ceja: el de ser escritora. Siguiendo ese impulso, me puse a estudiar más nuestra lengua y sus manifestaciones artísticas, primero de manera independiente y más adelante entre a la Escuela de Escritores de la SOGEM, donde conocí a escritores con la vocación de transmitir sus enseñanzas, nunca olvidaré a José Antonio Alcaraz que con su sarcasmo maravilloso nos transmitía la importancia de diversas manifestaciones artísticas y su relación con las letras. Fue precisamente con él y bajo su presentación mi primera lectura pública de poemas en una serie de eventos que organizaba en el Hijo del Cuervo en Coyoacán, la última vez que lo vi fue en el Palacio de la Cultura, le compre un ramo de rosas y recibí su mueca, siempre una mueca que no sabías definir si era de gusto o desacuerdo. Después cuando vivía en la Ciudad de México me enteré tristemente de su deceso.
En SOGEM también tuve otros grandes maestros como Emanuel Carballo, quien me enseño los caminos de la narrativa y me acercó a la literatura reciente de nuestro país; al poeta uruguayo Saúl Ibargoyen con quien después Gabriel Cruz, Refugio Pereida, Araceli Muñoz, Julieta Cortés entre otros organizamos el taller independiente “Toda luz debe morir” del cual salieron libros muy interesantes de los poetas, en ese momento jovencísimos, antes mencionados. La lista de profesores de SOGEM es grande dramaturgos, guionistas, directores de cine, críticos, poetas, cronistas, basten estos tres como ejemplo.
Después de esta experiencia escolar, regresé a Tlaxcala, participé en un programa radiofónico maravillosos, incluyente, interesante, pues la nómina de colaboradores iba más allá de 20 jóvenes, incluía diversos géneros musicales, deportes, noticias, crónicas, horóscopos, Tarot y hasta poesía, en este último yo me encargaba de hacer los guiones y la voz de las cápsulas de poesía en las que difundía a diversos autores de mi generación, después nos surgió la idea de hacer una revista con el mismo nombre del programa El Cuchitril. Muchos actualmente reconocidos periodistas, escritores, poetas, fotógrafos, pintores integraron las filas de nuestras páginas, unos como colaboradores y otros formando parte activa de el consejo editorial y del colectivo. Los intereses profesionales y personales mermaron el proyecto, sin embargo surgieron grandes amistades. Al mismo tiempo que organizaba revistas y guiones, tuve mi primera experiencia profesional como docente, junto con Celso Santajuliana impartí unos cursos de guionismo y al poco tiempo comencé a dar un Taller de Poesía en el Centro Cultural La Libertad.
En La Libertad descubrí que no sólo me gustaba compartir mis conocimientos y mi entusiasmo por la literatura, sino que también podía transmitirlo a mis alumnos y contagiarles mi curiosidad por los cuentos, las novelas, la poesía y esto fue más allá, el taller de poesía dio a luz a Voces de un talle I y II, palabras para un poema, antologías de poemas donde participaban mis alumnos y yo me sentía como pavo real cuando veía a Xanath Rodríguez o Francisco leer con su voz de 8 y 9 años sus primeros versos y aún más cuando Armando Enrique Ordóñez publicó su primer poemario. En la Libertad conocí el amor por la docencia y por mis alumnos.
Unos años más tarde tuve la oportunidad de colaborar en una preparatoria que se encontraba en una zona marginada de la Ciudad de México, ni más ni menos que en lo que alguna vez fue la Cárcel de Mujeres en Santa Martha Acatitla, la experiencia fue maravillosa, por un lado compartía el ejercicio de la docencia con escritores de los que aprendía constantemente, el poeta Arturo Trejo Villafuerte, los narradores Mauricio Carrera y Fernando Reyes y la comunicóloga Fabiola Cortés me retroalimentaban con su experiencia y su sentido del humor; por otro lado, el más importante, estaban mis alumnos, que se esforzaban día a día por mejorar su dominio de la lengua española y se interesaban poco a poco en la literatura, a través de textos que hablaban de la ciudad, de los jóvenes, de los conflictos actuales y que al identificarse con ellos les gustaban, entre los autores que leíamos estaban los cuentos Emiliano Pérez Cruz, las crónicas de Ignacio Trejo Fuentes y por supuesto convivían con libros como el tan nombrado Aura de Fuentes o Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco hasta acercarnos a los clásicos como Apuleyo. De las gratificaciones más grandes que me ha dado mi paso por esta escuela, Iztapalapa I, fue la llamada de algunos exalumnos para transmitirme su emoción al ser aceptados para cursar la universidad.
Y después la universidad, ser profesora en el alma mater de nuestro país ha sido una experiencia inolvidable, la UNAM es el sueño, allí he compartido la grandeza literaria de la lengua española con alumnos de diversas partes del mundo y con mexicanos amantes de las letras, Lorca, Alberti, Cernuda, Paz, Neruda, Villaurrutia, Díaz Mirón, Bonifaz entre muchos han dado su voz a las aulas del CEPE y su luz, música y sabiduría han logrado en el salón momentos verdaderamente mágicos.
Ahora doy clases en la Universidad de estudios Extranjeros de Beijing, en China y la experiencia docente ha sido totalmente diferente y enriquecedora, mis alumnos son jóvenes que están por concluir la licenciatura en Filología Hispánica y del postgrado, los primeros, risueños y entusiastas estaban acostumbrados a las clases de conversación impartidas por profesores extranjeros, claro en esa clase se trata de hablar y compartir la lengua, de adquirir destreza lingüística, por lo que las actividades para lograr el objetivo son relajadas y muchas de las veces a través de juegos de rol; pero a mi me tocó enseñarles a redactar su tesis, si hubiera sido redacción simplemente hubiera utilizado las técnicas que utilizo en los talleres de creación literaria, pero se trataba de su tesis, así que me avoque a ello, fue difícil pues imagino que a veces deseaban jugar o platicar y yo los ponía a hacer fichas, a investigar, a redactar, a citar. Al final, después de tanto esfuerzo (no es fácil poner a trabajar a los alumnos, yo misma tarde bastante tiempo en titularme por lo difícil que representa sentarse a trabajar la tesis) me siento igualmente feliz, todos mis alumnos han terminado su tesis, las herramientas les sirvieron y en unos días darán lectura a sus trabajos, dos de ellos tienen tesis de excelencia y gran parte tienen como nota final sobresaliente. Este éxito se debe sólo al trabajo y dedicación que dedicaron estos jóvenes chinos a su tesis final, que no es tan larga como la nuestra, es de 15 cuartillas como mínimo ya que se trata de una lengua extranjera. Otra vez soy un pavo real, muchos de ellos ahora tienen trabajo y no dudo que alguno, llegue a ser embajador de nuestro país, como el actual embajador de China en México que es egresado de esta prestigiosa universidad. Sólo me queda decir una palabra a estos alumnos que comienzan su vida profesional: felicidades.

Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, China, 7 de junio de 2005.
Mail: tintazhogguo@yahoo.com