viernes, septiembre 05, 2008

A Tlaxcala por Diego Pedro Minero


Amanecimos con visitas.


Después de ver las telenovelas en casa de mi abuelita, cenar un rico caldo de pollo y platicar las últimas nuevas de las nuevos bisnietos de mi abue, de comer fresas con crema y echarme el cafecito ritual, salimos rumbo a la casa de los limones, la del çarbol y los fanyasmas.


Un café en la Roma, dije. Y nos paramos a tomar un café en donde horas antes habían leído poemas, eso nos dijeron.


Una amiga con el cabello más allá de los hombros me recordó llevar el sábado pañales. Tenemos fiesta viene un nueva parroquiana del palacio.


Después una cerveza y reir de los otros con la punta hiriente de la lengua. Otra cerveza y a casa. Llegar, dormir.


Nos llevamos invitados a casa, y hable, otra vez, de China. Pobres de mis cuates.


La noche fue de luna llena, mentira, parecía plenilunio.


Desayunar, reir, beber café, lavar trastes, segur con la biblioteca en la parte de archivos. Una dos tres versiones de libros inçeditos, cuatro cinco seis, el original a mano, la hoja aarugada, el poema de flamboyanes, pasan los minutas, las horas, son siete y media. Ya es tarde, ni modo Jorge Castillo, perdón, el trabajo, era tade.


Había fuego y lo apagamos con los labios, las caricias.


Circuito , Guerrero, la Roma, Circuito, Zaragoza, carretera Mexico-Taxcala, Tlaxcala, todo por Diego, mi Diego adorado.


Ahora tengo sueño. Dormir un poco, sí, iré a la cama.

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