domingo, febrero 15, 2009

El centro donde se abre la creación

http://www.cambiodemichoacan.com.mx/editorial.php?id=1231


Isolda Dosamantes
Margarita Vázquez Díaz
Domingo 15 de Febrero de 2009

Nació el 20 de julio de 1969, en Zumpango Atlangatepec, Tlaxcala. Es licenciada en Ciencias Políticas por la UAT. Especialista en Literatura Mexicana del siglo XX por la UAM. Obtuvo un diplomado en Creación Literaria del Sogem.
Tiene Maestría en Creación y Apreciación Literaria por el Centro de Cultura Casa Lamm. Ha sido profesora en la UNAM. Estuvo en China involucrada en un programa de difusión de la lengua y cultura mexicana.
Ha participado y coordinado diversos talleres y seminarios de poesía. En su natal Tlaxcala coordinó el área de Literatura en el Centro Cultural La Libertad. Tiene editados varios libros. Actualmente se encuentra dando clases de literatura en Ottawa, Canadá, en una sede de la UNAM.

Una sirena eterna
(II)
Las estrellas se apagan en el grito de la asfixia, el aroma a felino emana de su piel, se tambalea la noche entre las nubes que han tiznado la Luna hasta esconderla. Empiezan a inundarse lentamente del aroma del hielo derretido de sus cuerpos.

(V)
Los ojos de la presa están sellados por una tela de almidón, de su nariz el agua surge, los estornudos se han hecho tan frecuentes, que el hombre ha cambiado la flecha por el pañuelo azul que pasa por sus labios.

(VI)
Se escuchan los autos, el ronroneo de una mujer agazapada y la respiración de un gato. El arquero moja la tela con saliva, un gallo puntual anuncia la llegada del alba.

(VII)
El cazador deja libre a la presa: la ventana, la puerta, la reja de par en par, reciben el aire fresco y la luz cegadora del invierno.

(IX)
El arquero es el amante taciturno, el pañuelo es su lengua, recorre cada pie con la paciencia de un escribano cuando le dictan la carta decisiva; los tobillos, las piernas, las caderas en las que el hombre pierde el sentido, enloquece; cierra la puerta para ser fiebre y otra vez abre sus fauces. Es cazador, toma el arco, la flecha y la dispara.

(XI)
Afuera, un hombre rondará con su olfato por los cajones de la morgue, por la fosa común, por las tumbas de tierra fresca, por las olas del mar.

(XII)
Esa noche en que los médicos miraban en silencio el plenilunio, un canto emergió del cenote, una voz milenaria de escamas enloqueció a los hombres. Los que tuvieron suerte son esos sordos que caminan con un arco en la mano.

No hay comentarios.: