jueves, agosto 27, 2009

Muere el poeta Costarricense Felipe Granados

Ronald Reyes © 2008
Hace unos días, en las lejanas tierras de Japón, le platicaba a Katsumi de un viaje por las calles de San José Costa Rica, le contaba que después de una tertulia en la cantina, nuestros amigos se fueron despidiendo uno por uno y al final, estábamos ahí, la poeta Lety Luna y yo mirándonos con cara de y ahora dónde dormiremos, hay que buscar un hotel. El único acomedido en acompañarnos a deambular las calles con tremendos maletones a cuestas fue el poeta Felipe Granados, andábamos los tres recitando versos, entonando canciones por las calles ante las negativas de los hoteles por estar llenos y de los moteles por la moral, ¿Cómo que tres en una habitación? Felipe moría de risa y se enojaba con la moral del otro, y pues no, nos alcanzaba el presupuesto para alquilar dos y no había, así que propuse otra copa y otro bar y yo feliz. Lety ya estaba cansada, agobiada. Felipe, preocupado, propuso unos de los hotelitos o albergues para los indocumentados y llegamos a una casita de madera, una casita blanca con techos de madera, una casita vieja que parecía que se nos iba a venir encima y había dos catres, dos especie de catres de madera con colchonetita vieja con sábanas roídas y cobijas llenas de hoyos de cigarros, estábamos cansados y después de bebernos un poco del maravilloso tequila que sacó a manera de maga Leticia de su maleta, de fumar como empedernidos, de reír a carcajadas por el lugar, y de saber que casi estaba amaneciendo, nos quedamos dormidos. Así se afianzo una larga relación con el poeta Felipe, unas cartas, algún mail y sobre todo la certeza de sus poemas. ¡Ah! que buen poeta, qué memoria para recordar los poemas de otros y recitarlos uno tras otro, que fuerza salvaje de vida, que amor a los excesos al guaro, a los tabacos, que vida romántica llevaba, fuera de tiempo y en este mismo tiempo de electrónicos. Hoy supe que murió ayer, ayer 26 de agosto de 2009, ayer se fue a leer poemas a otro mundo, y me dio una nostalgia extraña , una nostalgia de saber que ya no lo veré más, que San José, no será el mismo sin sus pasos y risas, una nostalgia de diez años. También me nació un poco de ira de saberlo tan buen poeta, de porque no más libros, de querer decirle: ¡pinche Felipe, no se vale! ¿Por qué tan pronto? Se fue ayer y ni modo, nos quedan sus poemas publicados por Perro Azul, qué bueno que los publicó aunque sea esos, porque era tan rejego, que seguramente se quedaron muchos poemas en servilletas, en papeles viejos, en alguna esquina del Morazán.Va desde aquí un abrazo a todos los que compartieron con él un guaro, un abrazo una pelea. Un abrazo Lety, Alfredo, Laura, Delia, Mainor, Luis todos.

Foto y sigientes textos tomados de:

Ayer miércoles 26 de agosto murió el joven poeta costarricense Felipe Granados. CLUBDELIBROS rinde un homenaje a este importante poeta, que nos deja fisicamente, pero estará con nosotros por medio de su poesía.

Vida y milagros
en cuanto a mí, 32 años, ni muy muy, ni tan tan, un libro publicado (Soundtrack, Ediciones Perro Azul) y ningún premio más que el abrazo de los amigos y alguna que otra muchacha que, al decir de sus papás, debió habérselo pensado mejor. escribo para una revista, tengo dos hijos, soy partidario de pocas causas y recién estoy tratando de terminar mi segundo libro.

El funeral de Felipe Grandos será hoy jueves a las 11 am en la Iglesia de Oreamuno de Cartago.
PARTE MÉDICO

Dice el doctor
Que podría quedar ciego

Que hay un monstruo
Que podría instalarse en mi cerebro

Y tendríamos que sacarlo de allí
A punta de patadas.

Yo pienso en cosas vanas
A saber
Quien vendrá a leerme
Versos tristes.

Quien va arrullar al
Monstruo

Con canciones
Antiguas
Cantadas al borde

De mi cama

Felipe dixit"(...)"PoemasIAN CURTIS OYE EL IDIOTA, PARA SIEMPRE

I
No confundir
Valentía y temeridad
Sobre el pecho
Un recipiente de pastillas.
La vida reducida a tres píldoras

II
Baile de espasmos
Una gallina muerta
Los espejos
La figura del Che
En un ataúd barato.
EL Che del rock-murmura alguien


III
Momento del milagro
En que frente al abismo
De una silla
De una cuerda
No queda más remedio
Que dar un paso al frente.
ESCUCHO
Escucho
Ruido de caballos
Que huyen de la lluvia
Me iré con ellos,


De Felipe Granados 1976- 2009

Foto: Daniel Riera


Último día de Felipe Granados


Quiero que sepan que me sentí tranquilo la noche en que maté a dios, dormí como un bebé.
Por Felipe Granados


La voz temblorosa me pregunta qué clase de animal me gustaría haber sido, yo digo que un conejo de peluche al que se le cayó un ojo de botón de tanto afecto que le dio su dueño, a saber, un niño de 6 años, como Juan.

El silencio que sigue dice mucho. Del otro lado del teléfono alguien que me quiere bien, elige las palabras… no puede… no hay manera de decir esto de una forma bonita.

Voy a morir.

Mi último día debería empezar temprano, muy temprano, tratar de ser metódico, práctico, cosas que nunca fui en mi vida. OK, un intento. El último.

7:30 a.m. Escribir que no quiero ningún ritual que pase por las manos de ninguno de los dioses conocidos. Quiero que sepan que me sentí tranquilo la noche en que maté a dios, dormí como un bebé, sin miedo ni del infierno ni de ese otro gran abismo al que todos llaman cielo. Que para mí la literatura, o más bien, los libros y escribir, cumplieron con todo lo que a otros daba dios: consuelo, esperanza, castigo y una forma —no mejor ni peor— de tratar de explicarme qué mierda era la vida.

8:00 a.m. Arreglo que me quemen, tres partes iguales de mí llegarán cada una a un lugar diferente: el volcán Irazú, el lugar donde estuvo mi primera casa en el mundo y el Puerto. En esos tres lugares fui feliz.

8:20 a.m. Una taza de café y varios cigarrillos, me juré que a las once de hoy dejaría de fumar; yo cumplo, trataré de no pensar en otro tiempo, en otras tazas de café y cigarrillos, ya lo dijo De Cuenca: la nostalgia es un burdo pasatiempo.

8:30 am. Lloro, lloro, pero sigo haciendo cosas, mientras tomo una ducha, mientras me afeito, mientras entro por última vez en ese milagro del calzoncillo limpio, lloro y me miraré al espejo para ver qué se siente ver a la cara a un hombre muerto que llora.

9 a.m. Me limpio la cara, salgo de mi casa a desayunar con mis hijos, Juan y Lucy, los beso despacio y me voy.

10:00 a.m. Tomarse las pastillas, no olvidar las pastillas, aunque ya no sirvan para nada, continuar el ritual de las pastillas, sentir el gusto idiota de hacer algo sabiendo que no sirve para nada.

10:20 a.m. Llegar a San José. Caminar por el pasillo de las flores del Mercado Central y no pensar en otra cosa que las flores.

10:40 a.m. Sentarme a conversar con un extraño sobre nada, de lo que él quiera: fútbol, política, Latin American Idol, no caer en la tentación de juzgarlo, no sentirme mejor que el otro, no sentirme.

10:45 a.m. Buscar mi marisquería favorita y pedir un ceviche, una sopa y camarones.

11:30 a.m. Llamar a mi mama por teléfono, decir gracias.

11:45 a.m. Dejar de fumar, yo cumplo, tarde, pero cumplo. Volver a mi casa.

12 en punto. Buscar el noticiero de radio que justo a las doce pasa el “Avemaría” de Perry Como y recordarme cuando era niño y me ponía el uniforme de la escuela.

12:15 p.m. Terminar algo de lo que he estado escribiendo.

1:00 pm. Llorar otro poquito y ver La Mansión Forrester para amigos imaginarios y reírme de Blu, reírme mucho, si es posible con Juan y Lucía en mi cama.

2:00 p.m. Poner mis canciones favoritas.

2:30 p.m. Leer El principito, el último monólogo de Novecento y los capítulos finales de El dios de las pequeñas cosas.

6:00 p.m. Llamar a un amigo, decir gracias.

6:30 p.m. Preparar una cena decente para mí, y ponerme ropa bonita y tratarme como al mejor.

7:00 p.m. No hacer las paces con mis enemigos, no perdonar los crímenes contra mí, no sobornar al perro más grande de las culpas con ninguno de estos actos.

7:30 p.m. Cenar, comer un helado, recaer con un cigarrillo y no sentirme mal.

8:40 p.m. Llamar a ese numero que recuerdo tan bien y que no volví a marcar desde hace mucho, escuchar la voz en la contestadora y no decir lo que tengo que decir, después del tono.

9:00 p.m. Poner Nina Simone, mucho Nina Simone.

9:00 p.m. Pensar en aquel astronauta falso que vi una vez, pensar en lo que dijo: “Para ser alguien que nunca estuvo preparado para vivir en este mundo, creo que lo voy a extrañar”.

10:00 p.m. Quitar de la refri la foto donde estoy junto a mis hijos.

10:05 p.m. Llorar hasta dormirme.

11:00 p.m. Dormirme.

12 en punto. Soñar con conejos de peluche, tuertos, pero felices.


Algunos adioses:
http://colectivonomada.com/blog/el-arte-de-conocer-a-felipe-granados/
Otros de sus poemas podemos leerlos en:

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Isolda.
Recién me entero de esta muerte.
¡Qué triste!
Yo no sé si lo conocí; tal vez no, pero igual me lastima esta ausencia que -supongo- quedar{a impresa en esa San José que tantos recuerdos nos ha dejado.

Un abrazo.

Daniel Riera dijo...

Hola Isolda. Mucho gusto. No nos conocemos, aunque sí conocí a tu amiga Leticia cuando pasamos por el DF con Feli. Si no es mucha molestia, quería pedirte que le pongas el crédito correspondiente a mi foto. No tengo problema en que la use cualquiera, especialmente si es para rendirle homenaje a Feli, pero me gustaría que se supiera su origen, justamente por el enorme valor afectivo que para mí tiene ese recuerdo. Saludos y gracias,
Daniel.

Isolda Dosamantes dijo...

Hola Daniel, sí supe del viaje a México, el mismo felipe me lo platicó en algunún mail, en esa época, andaba en China, por eso no coincidimos, gracias por decirme que era tu foto, ya le puse los créditos y también gracias por prestármela, he leido tu blog, y sí que hueco ha dejado Felipe, que hueco tan grande e el corazón de quienes lo queríamos y en esa poesía costarricense, en esa generación de poetas, de quienes se seguirá hablando.

Isolda Dosamantes dijo...

Querido Anónimo: Felipe era un poeta que andaba en todas las lecturas, las de paraíso y San José, era un gran lector, le encantaban las librerías de viejo y conocía todas las cantinas, le gustaba el guaro con liga y ligar a poetas soñadoras, era un hombre enamorado de la vida y la vivía a tope sin mido y sin angustia, lloró muchas veces porque el mundo duele y las injusticias se ven en todas partes, no tenía miedo a nombrar las cosas por su nombre y ahora que se fue, tenemos sus poemas y sus recuerdos.

Anónimo dijo...

Se sabe que el escritor padecía desde hace años una condición de VIH, que se conjuntó con una anemia muy fuerte y provocó su fenecimiento en el hospital.

Anónimo dijo...

Hoy me haces mucha falta feli...
Un abrazo Isolda.
Paulo

Fran dijo...

que divina la cronica, me acabo de topar con la obra de felipe granados y emerge una ternura su obra increible. Gracias por compartir este material.
http://vibracionesgalacticas.blogspot.com/