
LA ESPIGA
I
Pudiste haber escrito una canción
en el vaho sideral que dejan los aviones
o en el rapto de las rosas
para obsequiar a los cometas
Y así llegar despacio
al asesinato de mi única palabra
de mi voz de mar de cielo
hoja de atardecer que se sacude
en medio del otoño
Pudiste susurrar el sonido
que oías de las estrellas
a la hora en que soñabas ser
la joven que espera
en un pueblo perdido de volcanes
empeñada en coleccionar un alfabeto portátil
hundido en la memoria
Pudiste obsequiar margaritas
a los ojos de las muchachas tristes
tan cerca del asesinato y el naufragio
de la pureza colérica del más enfebrecido
cofre de palabras
En las tardes de descampado amor perdido en los hoteles
tenías la edad del bronce y una mirada que arrasaba con la tibieza
de las paredes viejas en aquel pueblo de verdes monosílabos
que de vez en vez se despertaba con los alaridos ebrios
de los muchachos que cantaban loas a la noche
y al amanecer
empeñados en lamer el vaho del cielo
con sus lenguas de vino y de placeres
II
Las trampas de la aurora
para reunir a los de ojos de volcán
a los de manos de río y corazón de voces
perdidos e iluminados por el camino del eclipse
Aquel talismán para irse y no volver
para abrir la noche y atribuir a los poetas
los versos más osados que nos convencían
de lo bueno que era hacer el amor en las ventanas
en los parques
o en azoteas de casas ajenas e ignotas
Para soñar con el poeta que vive dentro
y dejarlo oceánico rompernos la piel
con sus coletazos de ola y labios
en una dentellada y otra
confundidos en el dolor de cada sorbo
Burbujeantes botellas de vino
formadas y vacías como un ejército rendido
después de la batalla
III
Ahora podría escribir:
"El Amor naufragó en los confines más cercanos del olvido"
pero la pluma es torpe y se repliega
en el instante en que entrar y salir del Paraíso
tan sólo requiere de mi pasaporte único de las palabras
I
Pudiste haber escrito una canción
en el vaho sideral que dejan los aviones
o en el rapto de las rosas
para obsequiar a los cometas
Y así llegar despacio
al asesinato de mi única palabra
de mi voz de mar de cielo
hoja de atardecer que se sacude
en medio del otoño
Pudiste susurrar el sonido
que oías de las estrellas
a la hora en que soñabas ser
la joven que espera
en un pueblo perdido de volcanes
empeñada en coleccionar un alfabeto portátil
hundido en la memoria
Pudiste obsequiar margaritas
a los ojos de las muchachas tristes
tan cerca del asesinato y el naufragio
de la pureza colérica del más enfebrecido
cofre de palabras
En las tardes de descampado amor perdido en los hoteles
tenías la edad del bronce y una mirada que arrasaba con la tibieza
de las paredes viejas en aquel pueblo de verdes monosílabos
que de vez en vez se despertaba con los alaridos ebrios
de los muchachos que cantaban loas a la noche
y al amanecer
empeñados en lamer el vaho del cielo
con sus lenguas de vino y de placeres
II
Las trampas de la aurora
para reunir a los de ojos de volcán
a los de manos de río y corazón de voces
perdidos e iluminados por el camino del eclipse
Aquel talismán para irse y no volver
para abrir la noche y atribuir a los poetas
los versos más osados que nos convencían
de lo bueno que era hacer el amor en las ventanas
en los parques
o en azoteas de casas ajenas e ignotas
Para soñar con el poeta que vive dentro
y dejarlo oceánico rompernos la piel
con sus coletazos de ola y labios
en una dentellada y otra
confundidos en el dolor de cada sorbo
Burbujeantes botellas de vino
formadas y vacías como un ejército rendido
después de la batalla
III
Ahora podría escribir:
"El Amor naufragó en los confines más cercanos del olvido"
pero la pluma es torpe y se repliega
en el instante en que entrar y salir del Paraíso
tan sólo requiere de mi pasaporte único de las palabras
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