sábado, octubre 10, 2009

Mont-temblant

La increíble naturaleza ha puesto ya sus colores de fuego en los árboles, el camino casi de dos horas desde Gatineau era un constante paisaje de olas amarillas con pequeñas salpicadas de rojos fulgurantes que tapizaban el cielo azúl con sus destellos. Ascuas eran las hojas sobre el pasto aún verde.
Una villa paraíso de casas multicolores y edificios nos esperaba.
Hicimos cola para el primer teléferico,
comimos tortas, bebimos té, subimos al fin hasta la primera parte de la visita, caminamos entre los montes y sacamos fotos de los que bajaban a velocidad increíble en sus carros avalanchas, escuchamos un poco de blues en la plaza principal, anduvimos las montañas con la mirada extraviada en las tonalidades ocre, hacía frío, no cabe duda que pronto caerá la primera nevada.
Fumos al casino.
Primera vez que toco un casino.
Las bebidas eran gratis, jugué.
Con inocencia del primer juego metí un biilete en la máquina y a la segunda llegó el dinero, gané como se gana en la lotería cuano llenas la tablita o como se gana en los gallos cuando le apuestas al rojo. No gané mucho pero sí lo suficiente para saber que todo gira y estoy en movimiento.
El viaje al casino también fue en teleférico. En las alturas los pinos, los maples los rojos y el lago se combinaban como la premonición de la belleza.
Llegaba la tarde y entre las cabañas de madera y de azucar vi flotando la miel en los ojos del mundo. La alegría nacía en el viento. Era un viento frío pero feliz, un viento helado como el del popo a las tres de la mañana.
Tiendas, en todos lados hay tiendas y comida, como la ilusión del popo y la señora de las gorditas.
Finalmente buscamos un sitio para cenar, fuimos al pueblo, en el camino un restaurant con un menú delicioso. Sopa de cebolla al gratin y milaneza en salasa roja con espagueti, de postre, tarta de fresas frescas y café. Estaba tan sabroso que no pude negarme, comí demasiado, comí de más, el regreso fue pesado pues los ojos se me cerraban con la oscuridad y el cansancio. Ire a dormir.
Voy a dormirme con la sonrisa de un día feliz, con el beso de mi amor en los labios, como lo extraño mi Katsu, pero ya pronto estaremos juntos abrazados al viento y como siempre con el abraso del amor entre nosotros.

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