jueves, enero 25, 2007

Delirando

El internet sigue mal, diablos, me desespera, me desespero yo misma por no poder sentarme a trabajar, tengo postergadas las cuartillas sobre la mesa, uno, dos, tres, revisaré el correo, lento, más lento que nunca y tarda en abrir, pasa una hora y los cigarrillos se me acaban y yo con el correo en una y otra cuenta sin abrir, el diplo lo miso y luego hasta word está fallando, ya es el colmo de los colmos, estoy desesperada, como si el tiempo se me viniera encima., como si los minutos fueran a desmoronarse sobre mi piel. Escribo esto pesando en subirlo al blog, debe ser aburridísimo leer a alguien que habla de que estas cosas, absurdas en si mismas, y para el otro, es como llamar por teléfono desde uno descompuesto o a un número donde sabemos nadie nos contestará.

Ayer comí pato, como saben me encanta, me encanta su textura crujiente, su sabor las salsa de ciruela con que se come, las pequeñas tortillas de harina y el sentir que me estoy comiendo un delicioso taco de pato asado o laqueado, estaba bueno, aunque hay que decirlo había un restaurante mucho más bueno del otro lado de la cuidad, donde Beiwai, y claro el restaurante de pato que está cerca de la puerta de la ciudad prohibida, en dónde hasta te dan un número del pato que te comiste, es sin duda de los mejores, me fascina toda la parafernalia alrededor del pato, el que los meseros vayan cortando parte por parte como si fuera una danza con los cuchillos, ese ir acomodando las rebanadas en forma de flor, las tortillas, la salsa los pepinos finamente cortados y la cebollita alargada finísima para el gran suceso, ayer hasta me gustó la cerveza china, sólo ago estropeaba mi deliciosa cena, un hombre enorme, grande, grande, que ocupaba la mitad de la mesa, estaba sentado a mi izquierda, era amigo de mis amigos, por lo tanto mi amígdolo, pero no, me molestaba, es tan incómodo cuando tu cena deliciosa de pato es asaltada por los otros para presentarte a un amigo de ellos interesado en ti, te pone, me puso de malas desde el principio, mesa cuadrada, me querían sentar junto a la calefacción y como niña, no, no me gusta la mesa, no quiero sentarme junto a la calefacción y muy amable el grande grande, me cedió su lugar y evité así la claustrofobia, cómo puedo estar encerrada por días en mi depa por días y sentirme apretada, ansiosa sólo de pensar que me sentaré en un rincón, luego comenzaron las viandas, llegaban una a una, una camarones, un plato de carne de res agridulce, unas cetas negras, brócoli, sazonado con un comentario, “me gustas mucho”, grande grande, gracias pero la verdad tu a mi no me gustas, es más me molesta que me echas a perder mi comida, pensé pero sólo dije un gracias tímido incómodo y en chino. de pronto llegó lo esperado el pato, durante la cena me enteré que el grande, grande, a quien ya conocía en la cena de año nuevo, apenas tenía un mes en China y que no sabía ni comer con los palillos, me dio ternura verlo trastabillar y me imaginé que mientras todos le entrábamos duro a la comida, el pobre, apenas comía y se quedaría con una inmensa hambre, me dio risa, luego al final otra vez, pero ahora por terceras personas “que dice que realmente le gustas mucho, sí uno le puede gustar a muchas personas, a mi me gusta Campos, el portero y no por ello lo hago sentir medio acosado.

Que intolerante, dirán ustedes, bastante. Si he de besar sapos al menos que parezcan príncipes…claro, a mis ojos. Por cierto he de comentarles que, aún tenía hasta hace pocos días de seguir con mi príncipe lejano, el de la tierra de la tuna, así que una noche decidí hablar con él, era una de esas noches que el frío se cuela por las ventanas y necesitas escuchar que alguien, allá del otro lado del mundo, te quiere, cual fue mi sorpresa, de pronto la platica se tornó fría y llegó la ruptura, esa que se estaba posponiendo a la distancia y se llenaba de espejismos, de remansos, de oasis, entonces fue una invasión de sentimientos, un coraje de tiempo perdido, una voluptuosa sensación de libertad y una tremenda ansiedad de no saber que hacer con ella: ¿viviré en mi pueblo cuando regresa a la patria? ¿de qué trabajaré? ¿y mi casa en el defe?, ¿esperaré a que pasen las olimpiadas? No sé, no sé, que no sé y ya deja de pensar y ponte a chambear, mira que tienes un montón de papeles sobre el escritorio, sobre la mesa, sobre tu conciencia, deja tu mail en paz y o te pones a chambear o te sales de tus cuatro paredes a ver mundo.

No hay comentarios.: