jueves, diciembre 07, 2006

Me salva, como siempre, la poesía

Un día antes de la sangre de Adams por el piso, en medio de una fiebre decembrina que amenazaba con tirarme en la cama por tres días, el teléfono suena y es Gonzalo, no, no el de los ahuehetes, sino el poeta Gonzalo Escarpa, el de los ojos de color indefinible, el mago de las manos que aparecen palomas mensajeras o muñecos de goma, el del mano a mano poético en el castillo del Puerto de Santamaría en uno de tantos homenajes a Alberti, después de ese verano del 2002, en que las olas nos unieron en una sola voz que eran muchas compartidas entre el sabor de los mariscos y la tarde de brisa, este diciembre Pekín, siempre sorpresa nos reunió esta tarde en que la poesía rondaba los rincones del Cervantes, de un camión rentado, de la fábrica y los bares. Ese momento en que de pronto me sentí otra vez yo rodeada de otros yos, con mis poemas en la bolsa, con mis la mano, con mi guitarra a punto del concierto, supe que sólo eso, ese instante en que compartes, sientes gritas, escuchas, es tu respuesta, tu abrigo, tu sosiego, tu esquina preferida. De pronto, las gotas en la memoria de horas antes, se fueron coagulando, dieron paso a un instante en que los poemas decían cosas y hablaban por si solos de esas cosas que no puedes tocar, que te lastiman o te curan, de esas cosas que no tocas y sin embargo viven, bombean por dentro entre las viseras y el alma. Después un compatriota, Eugenio se llama y causó entre el público una expectación inusitada, poesía digital se llama y son palabras en medio de los cables, luego vino la cena en un taller de pintor famoso, el frío de las bodegas, la sonrisa de los poetas y el cansancio, algunos partieron pero yo no quería pensar en sangre y me fui con ellos hasta un bar, un bar vació que de pronto se lleno de nuestras voces y la música que se fue generando entre nosotros, uno a la batería, otro al bajo, otro más una guitarra o la voz o los bongos, tire la vibra de la tarde ensangrentada, grité, bailé como se debe, cante un conjuro de perdones, un conjuro de amor y de limpieza, por eso digo que la poesía es maga, es magia que retorna con las musas, es quien me salva y me abandona, es donde gira mi existencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Absolutamente... la poesía siempre salva.

Isolda Dosamantes dijo...

Y de qué manera, es agua y aire, y más celosa que un amante.