miércoles, diciembre 13, 2006

Mi grupo de rock





Cuando llegué a ese salón lleno de butacas rojas, que de tan rojas llamaban a sentarse, pensando quizá que darían un poco de calor, pero que eran insufribles de tan tercas e incómodas, de tan necias y duras, nunca imaginé la incertidumbre que me esperaba, recordaba perfectamente sus ojos, ojos que describí como amarillos, como aguaclara. Al estar allí, nada no lo veía por ningún lado, le pregunté a Eduard, supe después de su ponencia que se llamaba Eduard, que era lúcido y descubrí incluso más tarde que era en si mismo un amante del arte, de la alegría de crear, dónde pregunté dónde están los ojos y me dijo no han llegado, pero cuando llegaron, curiosamente tuve mis dudas, eran unos ojos desvelados, pero al escuchar su voz, la misma que en el puerto supe que era él y luego esa sencillez que tiene desde el día en que lo conocí, esa buena vibra decimos en mi pueblo. Pero ese día, antes de la poesía hubo sangre y cuando me preguntó qué que tal China, no pude evitarlo, no pude y ahí me tienen como si fuera una gallina cacareando mis penas, cuando en realidad, todo va bien, por eso sigo y quizá seguiré por estas tierras, en fin que andaba medio oscura, como en mis épocas juancondianas y sufridoras, oscura retenegra. Se me iba pasando poco a poco, un cigarrillo, una sonrisa irónica, Eugenio con su voz de chilango y buen onda, con los recitales de un chino “enamorado” al que por supuesto no entendí nada, con un delicioso vino Torres, que festejé por su decidido, quizá poco pero continuo a los proyectos culturales (es que el torito famosos de Osborne también me recuerda a Ficticia), unos vinos y luego el fantástico mexicanísimo con sus poemas visuales y su performance uniendo a una ópera de Pekín a rimo de cumbia, así que terminamos bailando, después fuimos a cenar a un estudio de famosos pintor chino que no apareció donde no había calefacción pero que se prestaba para jugar a conocernos, luego al bar, un bar deshabitado fuera de la cuidad con una batería puesta par que se formara un grupo y terminamos con sonidos guturales, con Eugenio a la batería, Eduard en el bajo, en los bongós, en la guitarra, en la voz, Jesús Arellano me enamoró con su creatividad y con su fuerza, Sun en la voz, Miriam reyes en la voz, en los bongós y yo en algunos de los coros, me sentí a toda madre con estos poetas, con estos nuevos amigos. Sí antes hubo sangre y tenía gripa, pero un buen vaso de palabras, un buen vaso de música me habían curado el alma.

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