sábado, noviembre 18, 2006

Invierno

Es invierno y mi cuerpo lo resiente, por más que como zanahorias y bambúes, que alejo de mi las galletas pareciera que me pongo gorda gorda como oso, he tenido que ponerme la ropa de invierno, unas mallas y una playera con bolitas calientes que sofocan dentro de casa donde puedo caminar desnuda y luego la ropa y después dos suéteres aún delgados y la chamarra enorme que me hace sentir como una bola rodante con patas, lo peor es que es tanta ropa la que hay que ponerse para salir que me da flojera, mucha flojera abrir la puerta bajar las escaleras de mi tercer piso, caminar el pasillo, salir al viento que cala, ponerme el gorro, los guantes y caminar a paso rápido hacia el supermercado, o el restaurante o la clase de yoga o el taxi, me pesa el cuerpo y la ropa como si fuera un lastre y quiero ser luciérnaga, pero en china no he visto luciérnagas, será que no existen, que me falta dar una vuelta por los maizales. Creo que estoy enojada por haber sucumbido a los besos de Ayo, no lo conozco, no sé que piensa, no quiero verlo y cuando no llama lo extraño, cómo se puede uno enamorar ¿estaré enamorada? así, sin darse el tiempo de conocer al otro, de la nada, será que realmente lo quiero o es el invierno y la soledad de años los que me hacen evocarlo en las tardes frías, ¿Qué carajo es esta sensación de alcachofa, marejada, lluvia, torbellino y soledad? ¿Por qué estando tan bien en mi celibato escogido, tuve que sucumbir a sus besos? ¿Cómo borrar todas las cicatrices de antes para alejar los miedos, las comparaciones, los lugares comunes? Es invierno y parece que un lastre me acompaña, son cicatrices que supuran de pronto, es el saberme lejos de mi entorno, no sé que es, quizá los calcetines sucios por el cuarto me hacen sentir así, los papeles acumulados, los libros inéditos que me dan ganas de aventar al basurero, esta inmovilidad que me tiene atada a cuatro paredes por el frío.

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