martes, julio 12, 2005

De espejos rotos y otros ruidos: Gabriel Curz Mayorga

De espejos rotos y otros ruidos
Isolda Dosamantes

Primero, empujado por los amigos y con su apoyo, cuando era estudiante de la Escuela de escritores de la SOGEM, sacaba de su mochila de cuero sus cuadernos, y fuera en una fiesta, en la barra de un bar o al centro de un escenario, comenzaba a leer sus poemas. Cuando las cervezas comenzaban a hacer efecto hacía gala de su memoria con versos de diversos autores, el más citado era el famoso Quincho (Jaquín Vázquez Aguilar), poeta coterráneo de Gabriel Cruz Mayorga, para quienes no lo conozcan chiapaneco: de San Cristóbal de las Casas llegó a la ciudad con sus quesos, sus chorizos, sus sueños y la mochila inseparable de sus versos.
Lo conocí en Héroes del 47 en Coyocán, iba con un hidalguense llamado Ramsés Salanueva, no recuerdo de que reíamos, pero lo hacíamos a carcajada suelta, íbamos camino rumbo al metro Ermita, ese fue el comienzo de una amistad que duraría muchos diarios y muchos libros. Y digo diarios porque tanto Gabriel Cruz, Cuitlahuac Quiroga y yo, teníamos la costumbre de asaltar los samborns y sentarnos en ellos a escribir mientras nos servían una tasa tras otra de esa agua calcetín a la que le llaman café, que además si es café porque salíamos con ansiedad y un temblor en las manos inevitable. Escribir en el diario era una de nuestras diversiones favoritas.
Cuando estoy escribiendo esto han pasado diez años de esa época, recuerdo los ojos de Gabriel, a punto de agua cuando hablábamos de Chiapas. Es un hombre que no olvida sus raíces, que vive en su corazón las injusticias. Después de SOGEM regresó a Chiapas y de vuelta a la Ciudad, es que la ciudad tiene una magia que si la tocas eres parte de ella y tienes que regresar a beber de y con ella. Pero dejemos de hablar de la biografía no autorizada de Gabriel Cruz y pasemos a su poesía.
El primer poemario que recuerdo de Cruz Mayorga es, sino mal recuerdo, De la luz, nos mostraba ya desde entrados los años noventa del siglo pasado, una voz, un tono que recoge las emociones y las decanta, después tuve la oportunidad de leer unos poemas del libro (de este no estoy tan segura del nombre), Al centro del corazón del hombre en el que la temática, era una crítica a las emociones de los hombres, a la violencia, de alguna manera en sus imágenes podías ver la esperanza de que un día terminen tantas asechanzas del hombre contar l hombre.
Hoy ha llegado a mis manos, publicado a finales de diciembre del 2004 por Tabique, en su colección La primera piedra, el libro De espejos rotos y otros ruidos del mismo autor. Al pasar por sus hojas pareciera que una aguda daga me atravesara, pues hay en sus letras una sensación de soledad gris:

“Me fui a buscar poesía
y regresé con el cuaderno vacío
pero con silencios hondos”

Es el inicio del poema “El sitio” con el que abre el libro y este ejemplo nos muestra el tono con el que deambulará el lector Cruz Mayorga, por un laso poemas líricos que tienen su particularidad en las imágenes en donde las cosas no sólo tienen vida propia, sino también hablan:

“Hoy el polvo de las cosas me habla
es más
acabo de encontrar en el lomo de un libro
donde está escrito el título de mi poema”

Otro ejemplo de imágenes con vida, del poema “Un árbol en la voz” en el que la búsqueda de la voz representa la otredad, esa de la que tanto hablo Paz y que en este autor tiene varias manifestaciones ya sea como la búsqueda de la voz o como una lucha con la sombra como veremos más adelante, vayamos pues al poema y observemos la confrontación entre lo cotidiano y la otredad:

“De mi bolsillo izquierdo
saco las palabras
un vino
una sombra que camina en la ciudad

he mirado la lejanía
y me ha crecido un árbol en la voz”

Los versos hablan por si mismos, podemos ver como en estos dos ejemplos, hay un tono unitario, melancólico y con matices de color gris, así como una sensación de honda soledad. También en el verso anterior podemos leer esa fascinación que tiene Gabriel por las sombras, en el poema titulado precisamente “Mi sombra” nos dice:

“Mi sombra tiene sus propias estaciones, sus huecos
para mirar la vida. Se alarga y se acorta, rompe
los pisos o
se acuesta en él.”

El poemario de Gabriel es verdaderamente conmovedor, está integrado por nueve poemas unidos por el tono y por una rebeldía hacia el mundo material, el poeta diría “Escribimos porque sí, /para sacar las frases del espejo vacío”, un poemario que recomiendo a los lectores, pues más allá de la farándula literaria, de los premios, de los reflectores, hay voces que uno debe leer aunque él autor de Espejos rotos y otros ruidos se pregunte al final del libro: “A quién le importa este manojo de imágenes sin retorno”. Yo le respondería que a mí, tan es así que, no sé si dejar el libro en la biblioteca de Beiwai, como se lo prometí al autor, o mantenerlo conmigo, que tal si en México no lo puedo conseguir. Lo pensaré.
Para finalizar quiero mandar un aplauso chinesco a los editores de Tabique tanto de la revista, por sus contenidos y diseño, por su esfuerzo editorial, porqué con la beca tendrán la oportunidad de seguir en esta empresa, y una recomendación para los próximos libros, los datos biográficos del autor, aunque no lo parezca para los investigadores resultan fundamentales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo quiero ese libro. Cómo puedo conseguirlo?
Respóndanme aquí mismo.