Algunos pierden, perdemos acaso, la memoria. No quieren saber nada, sólo les basta con tener el plato de frijoles para el día, con tener la medicina cuando la tos es grave, con un ron para olvidar el trajín diario, pierden piso, pierden alma.
Gabriel y como si eso no fuera suficiente carga para las espaldas, las mojadas, las indígenas, las pensantes, las pobres espaldas sobrias que oyen y ven, las bombas, como si al atacar civiles los grandes capitales sintieran cosquillas, ni eso son ajenos. Y uno tan acá del otro lado, hablando todo esto con su almohada. Poniéndose más triste, sin entender a veces el sentido de vida. Como empezó este mes Gabriel, como se nos viene el mundo encima.
Por cierto nadie habla del porqué de las bombas, lo sabemos, pero si tuviera que hablar con los de las armas les diría que los civiles no, que los civiles no, que los civiles no.
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