domingo, septiembre 17, 2006

Felicitaciones UNAM


Uno de mis grandes sueños, realizados ahora, fueron ser estudiante de la UNAM, en su momento cuando tenía 18 años y ansiaba entrar a la Facultad de Ciencias Políticas, a estudiar Ciencias de la Comunicación, que estaba de moda, al menos en mi cabeza, no se pudo, en casa fueron años de vacas flacas, de inventar negocios restaurantes, tacos al pastor, cafeterías, tiendas naturistas, fracaso uno tras otro cuando no se tiene el alma de comerciante, de hacer negocio y es que en mi familia, pues les ha dado por el estudio. Con el correr del tiempo egresé de la Universidad Autónoma de mi querido Tlaxcala (Nacho Trejo diría ya vas a empezar, después de Tlaxcala no hay nada...), la herencia de estudiar, de querer más me llevaron por diversos caminos tanto de la enseñanza como del aprendizaje y felizmente me hice puma, primero en el Cepe, dando clases de literatura a extranjeros y después en el Cepe como estudiante del DEFPELE, amabas experiencias universitarias dentro de nuestra Máxima Casa de Estudios me hacen enviar desde Beijing mi reconocimiento y aplauso a los cinco académicos de la UNAM que fueron reconocidos con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2006, entre ellos el rector de esta universidad, el Dr. Juan Ramón de la Fuente. Es por ello que incluyo, como homenaje a la UNAM el siguiente texto de José Ramón Enríquez:

Publicado en Reforma, Sección Cultura, el 15 de septiembre del 2006.
Pánico escénico
De Tavira, fiel a una voz

por José Ramón Enríquez
Cinco académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México fueron distinguidos con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2006. Creo que estas designaciones significan un especial reconocimiento a la propia Universidad, sobre todo frente a quienes quisieran reducir la importancia de la educación oficial. Prueban sus óptimos resultados y la necesidad que el país tiene de respirar por los pulmones excepcionales que representan nuestra Máxima Casa de Estudios y todo el sistema de educación oficial en los Estados. El presupuesto que a fortalecerlos se destine (y que debe ser multiplicado por la próxima legislatura) redundará en beneficio del país.
En primer término ha sido distinguido el rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. Y vale la pena subrayar que, además de simbolizar a toda la institución, por sus propios méritos bien merece el Premio. Sé poco de ciencias pero algo sé de mí. y conozco, como lo indica el nombre de esta sección, el pánico. Tanto el delirio estético del dios Pan, como el infierno de las desestabilizaciones neurológicas. Por ello, las investigaciones del doctor De la Fuente sobre la paroxetina resultaron para mí fundamentales. También grandemente interesantes sus estudios sobre el alcoholismo desde la neurología.
Pero, sin duda, la designación que me ha tocado más de cerca ha sido la de Luis de Tavira. El ha sido mi compañero y mi maestro en los avatares del teatro, pero sobre todas las cosas ha sido mi hermano, y hoy, nuevamente, es un justo motivo de orgullo.
De Tavira llegó al teatro obediente a una voz. Y a esa voz ha sido fiel, en las buenas y en las malas, con apoyos o incomprensiones, con dolor y con júbilo. La fidelidad a la voz interna es su lección magistral más importante. No en balde sabe que “en realidad, somos pensados por aquello que pensamos”.
Es tres años más joven que yo pero su resonancia es veterotestamentaria. Y ahí quedan, para probarlo, esos 365 aforismos que conforman su libro El espectáculo invisible, publicado por El Milagro y CONACULTA en 1999. Le dio como subtítulo: “Paradojas sobre el arte de la actuación”.
Aunque haga referencia al libro axial de Denis Diderot, el concepto de paradoja en De Tavira va mucho más allá de la aparente oposición entre formalismo y vivencia. Si la orto-doxia es la “correcta” doctrina y la hetero-doxia es la “otra” doctrina, la para-doxia es el “más allá” de la doctrina. La imposibilidad, en el fondo, de que exista “una” doctrina. Es eso que habita en el espacio de lo inefable, o sea, de lo indecible. Ante cualquier imposición sistémica, De Tavira clamaría con San Juan de la Cruz: “Apártalos, amado, que voy de vuelo”.
Por ello mismo, en este libro que debería releerse año con año, afirma: “Habría que aventurarse sin miedo por linderos peligrosos que permitan transgredir las convenciones, entre el rigor austero y la asociación libre en que estalle con toda su violencia la presencia del presente y el presente de la presencia”.
Como un maestro zen, es peligroso cuando quiere repetírsele sin haber vivido la austeridad de su rigor ni el profundo amor al que apunta Loyola y que es epígrafe para el libro de De Tavira: “No el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente”. Amor y rigor, fidelidad a la voz que nos seduce.
Son éstas apenas breves notas de urgencia que deseo cerrar con un texto de De Tavira, publicado hace siete años, que vale dolorosamente para la actualidad nacional:
“… se advierte cómo se desempeñan los hombres en el guiñol embustero de la sociedad actual, adonde todos acuden convertidos en malos actores, a jugar con ardor sus roles asignados: jóvenes, hombres, viejos, hijos, padres, ciudadanos, sacerdotes, funcionarios, comerciantes todos, desfilando en el frenesí de un espectáculo atroz, sin ser capaces siquiera de mirarse unos a otros, pujando cada cual por imponer a los demás su propia comedia, confundidos en el caos de una verborragia desvergonzada e irresponsable, donde nadie puede ya creer a nadie, ni siquiera a sí mismo.”

Foto: Sueños de SIDC

No hay comentarios.: